Licenciada en biología y amante de la naturaleza, he tenido la oportunidad de trabajar en diferentes ecosistemas, desarrollándome en áreas que van desde la investigación (haciendo anillamiento de aves y usando cámaras trampa para identificar jaguares, trabajando con polillas y otros insectos y enseñando zoología...) hasta el turismo de aventura y naturaleza. Desde que estudié en la universidad me dediqué a informar y educar, a través de mis guías turísticos y redes sociales, sobre temas de conservación e investigación.
Solía trepar entre las raíces de los contrafuertes de un viejo árbol en un parque al que mis padres me llevaban a menudo cuando era niño. Imaginaba que estaba en un mundo perdido, lleno de criaturas mágicas como hadas y grandes gigantes que se mimetizaban con las plantas. Nunca pensé que estos juegos de mi imaginación se harían realidad y me llevarían a mi lugar favorito de la Tierra, la selva amazónica.
Los que se han adentrado en la selva seguramente han experimentado la sensación de sentirse tan pequeños en medio de tanta inmensidad, como una abeja en un pueblo de gigantes. Descubrí que mi mundo de cuentos existe, que la selva está llena de formas de vida que se conectan entre sí, desde las raíces de un enorme ficus que recorren cientos de metros por el suelo, el viento que transporta polen y semillas por miles de kilómetros, los cantos de los pájaros manakin que anuncian el cortejo, los monos aulladores reclamando su territorio, las ranas en estruendosos conciertos tras las lluvias y miles de interacciones que hacen de este lugar un ecosistema mágico y único.
Durante mis paseos por la Amazonia peruana, en Madre de Dios, disfruto de cada encuentro con los ancianos vestidos con vigorosas hojas verdes que captan los primeros rayos de sol que tocan el dosel. Estos ancianos tienen muchos nombres según quien los conozca; en esta ocasión los llamaremos árbol de la nuez de Brasil, árbol de la ceiba y árbol del Shihuahuaco.
Algunos de estos árboles, por muy útiles que sean para el ser humano, se han ganado una mala fama entre la población local. La primera vez que vi un árbol de castaña, un aldeano me dijo que era un asesino silencioso. El comentario me sorprendió, pero luego me mostró un fruto y me señaló que caen desde más de 30 metros de altura en el momento de la cosecha. Enseguida comprendí a qué se refería. El árbol de la nuez de Brasil puede producir más de 150 nueces de Brasil por temporada. Los frutos, con forma de bola, pueden pesar hasta 2 kilos, con 16 y 24 semillas en su interior. Cuando los frutos están listos, caen de la copa del árbol y se convierten en un proyectil que puede golpear la cabeza de alguien desprevenido.
En otra ocasión, mientras visitábamos un nuevo terreno que estaba en venta, tuvimos que cambiar nuestra ruta porque el guía local dijo que había una ceiba roja (lupuna colorada, Cavanillesia umbellata) y que no podíamos caminar por la base del árbol porque era un terreno embrujado. Los indígenas aseguran que este árbol se utiliza para la brujería. Algunos recogen la savia para hacer hechizos, otros las hojas; otros más comentan que si usan el área alrededor del árbol como baño, desaparecerían, y así sucesivamente. Cada historia es más espeluznante.
La ceiba es uno de mis árboles favoritos. Es imponente, con altas raíces que se extienden varios metros desde la base. El tronco tiene una curiosa forma de botella con un vientre característico. Se utiliza comúnmente para obtener madera y la copa del árbol es utilizada con frecuencia por las grandes águilas y los guacamayos para hacer sus nidos. Miles de aves y animales utilizan la estructura del Kapok como refugio.
Antes de visitar la Amazonia peruana por primera vez, no prestaba mucha atención a los árboles. Me sentía más inspirado por el mundo más cercano al suelo; las ranas y las serpientes, en particular, me cautivaban. Sin embargo, la primera vez que me centré en un árbol de Shihuahuaco, descubrí que el árbol albergaba un enorme nido de águila arpía con un polluelo de un año.
Los árboles de Shihuahuaco están siendo destruidos por la tala ilegal a un ritmo alarmante. Estos árboles son de crecimiento lento y para alcanzar los 50 metros de altura deben vivir al menos 600 años. Pero son talados y desmembrados en pocas horas.
Me enamoro del bosque cada vez que lo visito. Me gustaría que este mundo mágico se conservara, pero mi deseo es cada vez más inalcanzable. La selva tropical pierde cada día numerosas hectáreas a causa de la minería ilegal de oro, la tala ilegal, la agricultura comercial, etc.
Te invito a que te enamores de la selva y nos ayudes a conservarla.